Por
Mario Foffano
Solo
Palabra última
que se arroja al vacío
para reptar entre las sombras
de una tierra amarga.
Sonidos que se pierden
en la vastedad
de un sostenido invierno,
que deambulan entre la niebla
de nuestras pesadillas,
que buscan un refugio
que los protejan
de la nada.
Cada silencio hiere
como una rama seca,
como el cielo ennegrecido
de la espera,
como el frío voraz
de lo estéril.
Ausencias que llegan
siguiendo las huellas
de una angustia que no cesa.
Procesión exacta,
caravana gélida
de espectros inmutables.
Llueve
Tus huellas se dibujan
en la llovizna
desandando la quietud
de tu distancia.
Un rosal llora
lágrimas de rocíos sin estrellas.
Una gota se desliza
a través de tu aliento impregnado en el vidrio.
Puedo verte,
a pesar de las paredes,
de los laberintos,
buscando entre silencios
el sitio
en donde romper el engaño
de la muerte.
Nada duele más
como las sombras
que no parten.
Nada cansa tanto
como el hastío
de la ausencia.
Despacio
Te
necesito
despacio.
Como un
horizonte incalculable.
Fértil.
Como el
vientre que se agita.
Así:
criminal
de desamparos y hastíos.
Imprescindible
fiesta
la que
celebran tus ojos
y tus
manos.
Tu
pollera.
Tu
recorrido.
Y esta
lentitud
que va gastando
mi pesar.
Pero de a
poco.
De a poco.
MDF
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