lunes, 24 de junio de 2013

Reescritura del Capítulo 68 de Rayuela

Apenas él le acariciaba el bulto,
a ella se le agolpaba el pasado
y caían en piletas, en salvajes
tiempos, en felicidades exasperantes.

Cada vez que él procuraba
revivir las noches, se enredaba
en un mundo quejumbroso
y tenía que emborracharse
de cara al techo, sintiendo
cómo poco a poco las pupilas
se calcinaban, se iban derritiendo,
pudriendo, hasta quedar tendido
como el cuerpo de Marylin
al que se le han dejado caer
las pestañas de fantasía.

Y sin embargo era
apenas el principio, porque
en un momento dado ella
se puso los pechos,
consintiendo en que él
redimiera
suavemente
sus miedos.

Apenas se veían, algo
como un tigre
los despadazaba,
los masticaba y tragaba,
de pronto era el día, la realidad
peligrosa de las maricas,
la secreta militancia
del orgullo, los disparos del moralismo
en una esquina cualquiera.

¡Degeneración! ¡Degeneración!

Acostados en la cresta del murmullo,
se sentían penetrar,
ensangrentados y gozosos.

Temblaba el edificio,
se vencían las paredes,
y todo se reflejaba
en un profundo espejo,
en sótanos de supuradas gasas,
en teatros casi crueles
que los deseaban
hasta el límite
de las vedettes.

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