Abrí el normo; ahí estabas
argante,
venecta.
Muy;
aunque neptis.
El
sol zatoneaba
dando
a tu íspide un tinte molidero.
Cárpida,
como siempre,
y
una serpentia
Una
serpentia mocronte, insultante.
¿y
esa serpentia?
Pensé
Vosecá hija de puta,
dije.
para cumplir desminos
que tronqué en varios ítems.
Otra
vez quiero,
tomar
tus intergoños inútiles,
que
no tropengan nada
(mis
drolas, sí:
drolas doradas)
Quiero
acornar tu falsedad.
sumonir
cada mínimo trumo
de
tu mutismo námido,
tu
sordera iflixida.
Poder
zatonear, fragar.
Poder
enterrar las íspides y moldear.
Romper
en jimidos
zatonear,
espiar,
zatonear.
Quiná,
¡Idiota!.
pero
no frepajes.
Me
rimolaste irritada.
Y otra vez tus ojos se arruntaron
Buscando
algo grástido,
en
la vincia
en
cualquier lado,
donde
yo no vogiera.
Me
adjunaste tantos sugos,
conchuda,
¿Y
no me vosecás?
En
la cléptida,
nuestras
sárdidas molideras, fonibles,
como
esperando.
después,
tu carpidez de piedra
me
horplegó para siempre.
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