martes, 11 de junio de 2013

Tenebrundos


Abrí  el normo; ahí estabas
argante, venecta.
Muy; aunque neptis.
El sol zatoneaba
dando a tu íspide un tinte molidero.
Cárpida, como siempre,
y una serpentia
Una serpentia mocronte, insultante.

¿y esa serpentia?
Pensé
Vosecá  hija de puta,
dije.
para  cumplir desminos
que tronqué en varios ítems.
Otra vez quiero,
tomar tus intergoños inútiles,
que no tropengan nada
(mis drolas, sí:
drolas doradas)
Quiero acornar tu falsedad.
sumonir cada mínimo trumo
de tu mutismo námido,
tu sordera iflixida.
Poder zatonear, fragar.
Poder enterrar las íspides y moldear.
Romper en jimidos
zatonear,
espiar, zatonear.
Quiná, ¡Idiota!.
pero no frepajes.

Me rimolaste irritada.
Y otra vez tus ojos se arruntaron              
Buscando algo grástido,
en la vincia
en cualquier lado,
donde yo no vogiera.
Me adjunaste tantos sugos,
conchuda,
¿Y no me vosecás?

En la cléptida,
nuestras sárdidas molideras, fonibles,
como esperando.
después, tu carpidez de piedra
me horplegó para siempre.

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