lunes, 24 de junio de 2013

El asesino silencioso

El living debe medir unos siete metros y medio de largo por cuatro de ancho. A la izquierda hay una alfombra de color negro con arabescos. Sobre la alfombra hay un sillón de dos cuerpos, bastante mullido y usado. Enfrente del sillón está el televisor de pantalla plana. Al lado de la tele, contra la pared, está la biblioteca, una biblioteca alta y repleta de libros de colecciones que salen en los diarios. Del lado derecho hay una mesa rectangular con seis sillas rodeándola. Enfrente de la mesa hay un mueble que mide un metro ochenta de alto por dos metros de ancho. Tiene cuatro cajones en los que se guardan cubiertos y platos que solo se usan en ocasiones especiales. Arriba de esos cajones hay un estante con cuatro portarretratos. En uno, están Florencia y Pablo en Brasil. Él con barba y pelo largo, en cuero, abrazándola. Ella en bikini, muy tostada, con el pelo mojado. La inmensidad del mar al fondo se ve menospreciada por el brillo de sus sonrisas. Ella todavía no sabe que está embarazada de Malena. Al lado de esa, hay otra, también apaisada, en la que están Florencia y Pablo en su casamiento, saliendo de la iglesia. Miran de costado a cámara. Pablo tiene el pelo corto y está afeitado. Ella está embarazada de seis meses. En la tercera están los cuatro, Florencia, Pablo, Luis (de apenas unos meses) y Malena, mirando de frente a cámara en un restaurante de Palermo. En la última, está Luis soplando la velita número diez. A su lado está Malena, que con indiferencia y el pelo cortito y muy arreglado, y un vestido color azul, sonríe desdeñosa.
La puerta de entrada hacia la cocina está entre la mesa y ese mueble. Los azulejos son de color turquesa. Del lado derecho, lo primero que hay es la heladera plagada de imanes. Al lado de la heladera está el horno. Luego le sigue una mesada y la pileta, que ahora está llena de platos sucios. Luego de la pileta hay otra mesada con varios cajones. La ventana que está arriba de esa mesada está lamentablemente cerrada.
El living desemboca en un pasillo. Del lado izquierdo están los dos cuartos de los chicos. Primero, el de Luis, y al lado, el de Malena.
Luis está durmiendo. En la oscuridad no se lo ve bien, pero tiene puesto un pijama de Ben 10. Se mueve mucho. Justo al lado de la cama tiene una notebook con la que estuvo chateando hasta hace un rato. Chateaba con Robi, su mejor amigo. Le aseguró que el de hoy a la mañana no había sido penal y que mañana lo iba a agarrar a Melchor y le iba a dar una paliza. Lo escribió (lo tenía que escribir) y se fue a dormir, pensando en cómo lo encararía en el recreo. En el fondo, dudaba si era capaz de darle una paliza. Era un poco más grande de tamaño (estaba tres lugares más atrás que él en la fila), pero él era más ágil. Lo mejor sería agarrarlo sin que nadie se diera cuenta. Después, y esta era la segunda parte del plan, la fundamental, había que difundir la información para que le llegara a Nicole, la chica que le gustaba, por la cual también rivalizaba con Melchor. Con esos pensamientos se acostó, sobre los botines de Messi relucientes que estaban debajo de la cama. Pero antes –por recomendación de Florencia, para que el calorcito de la estufa llegara a su cuarto– intentó cerrar la ventana que está justo encima de su cama, pero estaba trabada. Tuvo que llamar a Pablo. Pablo la cerró y además le dio un beso en la cabeza.
El siguiente cuarto es el de Malena y tiene olor a lavanda. No puede irse a dormir sin escuchar música. El tema que suena ahora es “Yellow” de Coldplay, su banda favorita. Está destapada y tiene una sonrisa en la boca. En la pared tiene dos pósters: uno de Coldplay y otro de Las Pastillas del Abuelo, banda que conoció gracias a Brad, el chico que le dio su primer beso con lengua. Para ella fue horrible por dos razones. Primero, porque Brad era, en ese momento, el novio oficial de París, una de sus tres mejores amigas. Segundo, porque él tenía mal aliento. París nunca se enteró de que había besado a Brad mientras ellos eran novios, pero después de ese día nunca la pudo mirar a los ojos. Inventó una historia terrible para que las del grupo la dejaran de lado: dijo que París había besado a Quentin (el novio de Nazarena) en el cumpleaños de Antonia cuando Nazarena se había ido al baño. Luego de eso, hubo una seguidilla de desmentidas y nuevas historias durante unas semanas. Grupos de amigos se distanciaron y se formaron otros nuevos. En el medio de todas estas difamaciones y desencuentros, Brad se había ido a vivir a Salta por el trabajo del padre. Sin embargo, Malena ya se había cansado. Mañana, en el primer recreo, diría toda la verdad. Fíjense que ahora Chris Martin va a decir la palabra “Yellow” y ella, ya dormida, la va a decir a coro sin mover los labios.
Florencia y Pablo duermen espalda contra espalda en el cuarto de enfrente, el que queda al lado del baño. Ella está tapada hasta la frente y vestida con remera y pantalón largos; él está en calzoncillos y una musculosa, tapado hasta el pecho. Arriba de la mesita de luz del lado de Pablo hay un vaso de agua y un envoltorio vacío por la mitad de pastillas para dormir. En el cajón de la mesita de luz hay lo esperable: pañuelitos descartables, una revista con sudokus, un lápiz, el reloj. Lo insólito es el doble fondo del cajón. Ahí no hay un celular paralelo ni teléfonos de otras mujeres. Ahí hay 17 cigarrillos Camel sueltos. Desde hace varios meses tiene prohibido fumar, por la hipertensión heredada de su padre y del padre de su padre. El primer mes no fumó nada y engordó siete kilos. El segundo mes decidió volver a fumar (y mantuvo los siete kilos de más), pero Florencia se lo impedía acusándolo de mal padre (porque la iba a dejar sola con los dos chicos y qué podía hacer ella sola, etc.). Entonces, le prometió que no iba a fumar más y se le ocurrió lo del doble fondo en el cajón, que ya había hecho en la adolescencia para esconder primero revistas pornográficas, luego marihuana y más adelante cocaína. Cuando construyó el doble fondo del cajón de casado, se dio cuenta de que tener un secreto lo hacía sentir joven y libre. Luego pensó que a lo mejor Florencia también tenía secretos, e incluso sus hijos si ya no los tenían los tendrían, y ya no se fumaba un cigarrillo por día, sino tres. En ese tiempo también fue que empezó con lo de las pastillas para dormir y a revisarle el celular a Florencia. No descubrió nada, excepto que era la persona más fiel del mundo. Eso lo aterró, aunque prefirió no fijarse si el cajón de la mesita de luz de Florencia también tenía un doble fondo.
Pero no, no lo tiene. Eso no quiere decir que no tenga un amante. Hoy a la mañana, sin ir más lejos, estuvo con él. Es un compañero de trabajo, unos años más grande que ella, también casado y también infeliz. Los últimos meses, cuando a Pablo se le ocurría coger, ella apagaba la luz y pensaba en el otro. Era un salvavidas para el naufragio del matrimonio por obligación. Por eso los terribles enfrentamientos con Malena. La amaba, pero fue la cadena que la ató a Pablo. Dos o tres veces imaginó que mataba a su familia y se iba prófuga con su amante. Después lloraba, pero no sabía si era por lo que había pensado o porque no lo haría nunca. Después de nacer Malena creyó ser feliz y tuvo a Luis para justificarse. Pero fue peor. Así que decidió tener un amante. Y ahí pudo justificar todas esas noches perdidas sin amor, con él roncando a su lado.
Pero hoy él no ronca. Sino que sueña que es el líder de una banda de asesinos. En el sueño le encomiendan un asesinato y le dan una foto. Su cuerpo gira en la cama. Se la muestra a un compañero y este pone cara de horror. Se la muestra a otro y reacciona de la misma manera. Quiere mirar quién es, pero no puede. Mueve el brazo y en el azar del movimiento el brazo cae justo en el cuerpo de Florencia. Se aferra a ella. Mira la foto, pero la imagen está borrosa. La acerca a su cara y le parece que es Jorge, su jefe. Ríe –en el sueño y en la realidad–, pero un grito en la calle lo despierta. Intenta abrir los ojos y se le llenan de oscuridad. Los párpados no le responden. Uno por uno, los dedos de su mano se sueltan del cuerpo de Florencia.
Al lado de su cuarto está el baño. La puerta no se puede abrir del todo porque golpea con el inodoro. Sobre la pileta hay un vasito de plástico de color celeste y cuatro cepillos. La canilla gotea. Sobre una de las paredes cuelga una toalla húmeda. El ventiluz que está encima de la bañadera está bien cerrado –hace poco lo vino a arreglar el portero del edificio e hizo un excelente trabajo–, porque si no, a la mañana temprano, en el baño hace un frío infernal. Y encima para esta semana pronosticaron una temperatura mínima de 3°.
Por suerte, saliendo del baño, al final del pasillo, en el centro perfecto del departamento, está la estufa.
Hoy a la tarde tuvo que venir a arreglarla Patricio, el ayudante de Hugo, su gasista de confianza. Hugo había tenido un problema de último momento con uno de sus cinco hijos y para no dejarlos en banda lo mandó a Patricio. Hugo le tiene muchísima confianza porque es un chico con ganas de aprender. Y es cierto. El tema es que antes de terminar el trabajo le llegó un mensaje de texto que decía: t extranio benis a ksa oy??? Patricio no se sorprendió, pero tampoco se lo esperaba. Lo respondió excitado. Una ráfaga de imágenes arreció en su mente. Cuando volvió a mirar la estufa se había olvidado qué era lo último que había hecho. No recordaba si había terminado de arreglarla o no. Sabía que ya casi había terminado, pero no sabía si había terminado del todo. Por las dudas, hizo un chequeo general veloz. La probó y mientras la probaba llegó otro mensaje: en la kamita t spero entons. beni rapido. Le ardía la cabeza. La estufa andaba bien, le dijo a Florencia. Ella le pagó el trabajo y le dio unos pesos de más por la generosidad de haber ido solo y a esa hora. Patricio no fingió rechazarlos. Como el ascensor tardaba, bajó por las escaleras saltando los escalones de dos en dos. Casi con el mismo impulso cayó, en un abrir y cerrar de ojos, en la casa de Lorena. Ahora mismo deben estar pasándola increíble.
   Increíble es que, también ahora mismo, la estufa tenga una pérdida de monóxido de carbono imperceptible saliéndole por la perilla de encendido. Es invisible. No tiene olor ni sabor ni sonido ni textura. Como el crimen perfecto de un Dios maldito. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario