El living debe medir unos siete metros y
medio de largo por cuatro de ancho. A la izquierda hay una alfombra de color
negro con arabescos. Sobre la alfombra hay un sillón de dos cuerpos, bastante
mullido y usado. Enfrente del sillón está el televisor de pantalla plana. Al
lado de la tele, contra la pared, está la biblioteca, una biblioteca alta y repleta
de libros de colecciones que salen en los diarios. Del lado derecho hay una
mesa rectangular con seis sillas rodeándola. Enfrente de la mesa hay un mueble
que mide un metro ochenta de alto por dos metros de ancho. Tiene cuatro cajones
en los que se guardan cubiertos y platos que solo se usan en ocasiones
especiales. Arriba de esos cajones hay un estante con cuatro portarretratos. En
uno, están Florencia y Pablo en Brasil. Él con barba y pelo largo, en cuero,
abrazándola. Ella en bikini, muy tostada, con el pelo mojado. La inmensidad del
mar al fondo se ve menospreciada por el brillo de sus sonrisas. Ella todavía no
sabe que está embarazada de Malena. Al lado de esa, hay otra, también apaisada,
en la que están Florencia y Pablo en su casamiento, saliendo de la iglesia. Miran
de costado a cámara. Pablo tiene el pelo corto y está afeitado. Ella está embarazada
de seis meses. En la tercera están los cuatro, Florencia, Pablo, Luis (de
apenas unos meses) y Malena, mirando de frente a cámara en un restaurante de
Palermo. En la última, está Luis soplando la velita número diez. A su lado está
Malena, que con indiferencia y el pelo cortito y muy arreglado, y un vestido
color azul, sonríe desdeñosa.
La puerta de entrada hacia la cocina
está entre la mesa y ese mueble. Los azulejos son de color turquesa. Del lado
derecho, lo primero que hay es la heladera plagada de imanes. Al lado de la
heladera está el horno. Luego le sigue una mesada y la pileta, que ahora está
llena de platos sucios. Luego de la pileta hay otra mesada con varios cajones.
La ventana que está arriba de esa mesada está lamentablemente cerrada.
El living desemboca en un pasillo. Del
lado izquierdo están los dos cuartos de los chicos. Primero, el de Luis, y al
lado, el de Malena.
Luis está durmiendo. En la oscuridad no
se lo ve bien, pero tiene puesto un pijama de Ben 10. Se mueve mucho. Justo al
lado de la cama tiene una notebook con la que estuvo chateando hasta hace un
rato. Chateaba con Robi, su mejor amigo. Le aseguró que el de hoy a la mañana
no había sido penal y que mañana lo iba a agarrar a Melchor y le iba a dar una
paliza. Lo escribió (lo tenía que escribir) y se fue a dormir, pensando en cómo
lo encararía en el recreo. En el fondo, dudaba si era capaz de darle una paliza.
Era un poco más grande de tamaño (estaba tres lugares más atrás que él en la
fila), pero él era más ágil. Lo mejor sería agarrarlo sin que nadie se diera
cuenta. Después, y esta era la segunda parte del plan, la fundamental, había
que difundir la información para que le llegara a Nicole, la chica que le
gustaba, por la cual también rivalizaba con Melchor. Con esos pensamientos se acostó,
sobre los botines de Messi relucientes que estaban debajo de la cama. Pero
antes –por recomendación de Florencia, para que el calorcito de la estufa
llegara a su cuarto– intentó cerrar la ventana que está justo encima de su
cama, pero estaba trabada. Tuvo que llamar a Pablo. Pablo la cerró y además le
dio un beso en la cabeza.
El siguiente cuarto es el de Malena y
tiene olor a lavanda. No puede irse a dormir sin escuchar música. El tema que suena
ahora es “Yellow” de Coldplay, su banda favorita. Está destapada y tiene una
sonrisa en la boca. En la pared tiene dos pósters: uno de Coldplay y otro de Las
Pastillas del Abuelo, banda que conoció gracias a Brad, el chico que le dio su
primer beso con lengua. Para ella fue horrible por dos razones. Primero, porque
Brad era, en ese momento, el novio oficial de París, una de sus tres mejores
amigas. Segundo, porque él tenía mal aliento. París nunca se enteró de que
había besado a Brad mientras ellos eran novios, pero después de ese día nunca
la pudo mirar a los ojos. Inventó una historia terrible para que las del grupo
la dejaran de lado: dijo que París había besado a Quentin (el novio de Nazarena)
en el cumpleaños de Antonia cuando Nazarena se había ido al baño. Luego de eso,
hubo una seguidilla de desmentidas y nuevas historias durante unas semanas.
Grupos de amigos se distanciaron y se formaron otros nuevos. En el medio de
todas estas difamaciones y desencuentros, Brad se había ido a vivir a Salta por
el trabajo del padre. Sin embargo, Malena ya se había cansado. Mañana, en el
primer recreo, diría toda la verdad. Fíjense que ahora Chris Martin va a decir
la palabra “Yellow” y ella, ya dormida, la va a decir a coro sin mover los
labios.
Florencia y Pablo duermen espalda contra
espalda en el cuarto de enfrente, el que queda al lado del baño. Ella está
tapada hasta la frente y vestida con remera y pantalón largos; él está en
calzoncillos y una musculosa, tapado hasta el pecho. Arriba de la mesita de luz
del lado de Pablo hay un vaso de agua y un envoltorio vacío por la mitad de
pastillas para dormir. En el cajón de la mesita de luz hay lo esperable:
pañuelitos descartables, una revista con sudokus, un lápiz, el reloj. Lo
insólito es el doble fondo del cajón. Ahí no hay un celular paralelo ni
teléfonos de otras mujeres. Ahí hay 17 cigarrillos Camel sueltos. Desde hace
varios meses tiene prohibido fumar, por la hipertensión heredada de su padre y
del padre de su padre. El primer mes no fumó nada y engordó siete kilos. El
segundo mes decidió volver a fumar (y mantuvo los siete kilos de más), pero
Florencia se lo impedía acusándolo de mal padre (porque la iba a dejar sola con
los dos chicos y qué podía hacer ella sola, etc.). Entonces, le prometió que no
iba a fumar más y se le ocurrió lo del doble fondo en el cajón, que ya había
hecho en la adolescencia para esconder primero revistas pornográficas, luego
marihuana y más adelante cocaína. Cuando construyó el doble fondo del cajón de
casado, se dio cuenta de que tener un secreto lo hacía sentir joven y libre. Luego
pensó que a lo mejor Florencia también tenía secretos, e incluso sus hijos si
ya no los tenían los tendrían, y ya no se fumaba un cigarrillo por día, sino
tres. En ese tiempo también fue que empezó con lo de las pastillas para dormir
y a revisarle el celular a Florencia. No descubrió nada, excepto que era la persona
más fiel del mundo. Eso lo aterró, aunque prefirió no fijarse si el cajón de la
mesita de luz de Florencia también tenía un doble fondo.
Pero no, no lo tiene. Eso no quiere
decir que no tenga un amante. Hoy a la mañana, sin ir más lejos, estuvo con él.
Es un compañero de trabajo, unos años más grande que ella, también casado y
también infeliz. Los últimos meses, cuando a Pablo se le ocurría coger, ella apagaba
la luz y pensaba en el otro. Era un salvavidas para el naufragio del matrimonio
por obligación. Por eso los terribles enfrentamientos con Malena. La amaba,
pero fue la cadena que la ató a Pablo. Dos o tres veces imaginó que mataba a su
familia y se iba prófuga con su amante. Después lloraba, pero no sabía si era
por lo que había pensado o porque no lo haría nunca. Después de nacer Malena
creyó ser feliz y tuvo a Luis para justificarse. Pero fue peor. Así que decidió
tener un amante. Y ahí pudo justificar todas esas noches perdidas sin amor, con
él roncando a su lado.
Pero hoy él no ronca. Sino que sueña que
es el líder de una banda de asesinos. En el sueño le encomiendan un asesinato y
le dan una foto. Su cuerpo gira en la cama. Se la muestra a un compañero y este
pone cara de horror. Se la muestra a otro y reacciona de la misma manera.
Quiere mirar quién es, pero no puede. Mueve el brazo y en el azar del
movimiento el brazo cae justo en el cuerpo de Florencia. Se aferra a ella. Mira
la foto, pero la imagen está borrosa. La acerca a su cara y le parece que es Jorge,
su jefe. Ríe –en el sueño y en la realidad–, pero un grito en la calle lo
despierta. Intenta abrir los ojos y se le llenan de oscuridad. Los párpados no le
responden. Uno por uno, los dedos de su mano se sueltan del cuerpo de
Florencia.
Al lado de su cuarto está el baño. La
puerta no se puede abrir del todo porque golpea con el inodoro. Sobre la pileta
hay un vasito de plástico de color celeste y cuatro cepillos. La canilla gotea.
Sobre una de las paredes cuelga una toalla húmeda. El ventiluz que está encima
de la bañadera está bien cerrado –hace poco lo vino a arreglar el portero del
edificio e hizo un excelente trabajo–, porque si no, a la mañana temprano, en
el baño hace un frío infernal. Y encima para esta semana pronosticaron una temperatura
mínima de 3°.
Por suerte, saliendo del baño, al final
del pasillo, en el centro perfecto del departamento, está la estufa.
Hoy a la tarde tuvo que venir a
arreglarla Patricio, el ayudante de Hugo, su gasista de confianza. Hugo había
tenido un problema de último momento con uno de sus cinco hijos y para no
dejarlos en banda lo mandó a Patricio. Hugo le tiene muchísima confianza porque
es un chico con ganas de aprender. Y es cierto. El tema es que antes de
terminar el trabajo le llegó un mensaje de texto que decía: t extranio benis a ksa oy??? Patricio no
se sorprendió, pero tampoco se lo esperaba. Lo respondió excitado. Una ráfaga
de imágenes arreció en su mente. Cuando volvió a mirar la estufa se había
olvidado qué era lo último que había hecho. No recordaba si había terminado de
arreglarla o no. Sabía que ya casi había terminado, pero no sabía si había
terminado del todo. Por las dudas, hizo un chequeo general veloz. La probó y
mientras la probaba llegó otro mensaje: en
la kamita t spero entons. beni rapido. Le ardía la cabeza. La estufa andaba
bien, le dijo a Florencia. Ella le pagó el trabajo y le dio unos pesos de más
por la generosidad de haber ido solo y a esa hora. Patricio no fingió
rechazarlos. Como el ascensor tardaba, bajó por las escaleras saltando los
escalones de dos en dos. Casi con el mismo impulso cayó, en un abrir y cerrar
de ojos, en la casa de Lorena. Ahora mismo deben estar pasándola increíble.
Increíble es que,
también ahora mismo, la estufa tenga una pérdida de monóxido de carbono
imperceptible saliéndole por la perilla de encendido. Es invisible. No tiene
olor ni sabor ni sonido ni textura. Como el crimen perfecto de un Dios maldito.
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