Rayuela,
capítulo 68
Apenas él le amalaba el noema,
a ella se le agolpaba el clémiso y caían en hidromurias, en salvajes ambonios,
en sustalos exasperantes. Cada vez que él procuraba relamar las incopelusas, se
enredaba en un grimado quejumbroso y tenía que envulsionarse de cara al nóvalo,
sintiendo cómo poco a poco las arnillas se espejunaban, se iban apeltronando,
reduplimiendo, hasta quedar tendido como el trimalciato de ergomanina al que se
le han dejado caer unas fílulas de cariaconcia. Y sin embargo era apenas el
principio, porque en un momento dado ella se tordulaba los hurgalios,
consintiendo en que él aproximara suavemente su orfelunios. Apenas se
entreplumaban, algo como un ulucordio los encrestoriaba, los extrayuxtaba y
paramovía, de pronto era el clinón, las esterfurosa convulcante de las
mátricas, la jadehollante embocapluvia del orgumio, los esproemios del merpasmo
en una sobrehumítica agopausa. ¡Evohé! ¡Evohé! Volposados en la cresta del
murelio, se sentía balparamar, perlinos y márulos. Temblaba el troc, se vencían
las marioplumas, y todo se resolviraba en un profundo pínice, en niolamas de
argutendidas gasas, en carinias casi crueles que los ordopenaban hasta el
límite de las gunfias.
Traducción
Apenas él le decía algo, ella
rompía en llanto y caían en discusiones, en salvajes improperios, en ironías
exasperantes. Cada vez que él procuraba aclarar las cosas, se enredaba en un discurso
quejumbroso y tenía que controlar su ira, sintiendo cómo poco a poco la bronca
se multiplicaba, se iba acumulando, languideciendo, hasta quedar tendido como un
desahuciado sin fuerzas sobre el que ha caído el vacío de la desesperanza. Y
sin embargo era apenas el principio, porque en un momento dado ella ocultaba
los enojos, consintiendo en que él expusiera otra vez sus argumentos. Y apenas
se entreveraban, algo como un espasmo los enervaba, los apasionaba y enloquecía,
de pronto eran el odio, la incandescente lava de los volcanes, la estrepitosa violencia
del grito, los fuegos del infierno en una sobrehumana batalla. ¡Muerte! ¡Muerte!,
se gritaban. Subidos en la cresta del odio, se sentían avasallar, exhaustos y enceguecidos.
Temblaban sus ánimos, se vencían las resistencias, y todo se resolvía en un
profundo desprecio, en sucesiones de argumentos procaces, en insultos casi
crueles que los ponían al límite de la destrucción.
ADVERTENCIA
PARA UNA PAPUSA INSOLENTE
Quisiera
darte todo mi mocronte, mi paciencia venecta, para que te dieras cuenta de una
vez por todas que conmigo no vas a zatonear.
¡Qué te
has creído!
¿Acaso el
trumo de mi velaria drola te causa gracia? ¿Acaso esa risita tonta, insípida y
argante te hace creer que sos superior? ¡Pero, por favor! No me hagas reír que
se me quinan los labios. A ver si aterrizás. No me vengas ahora con tu bulapa
absurda, con tu pinta de bataclana folidante y pelandrunezca. Salí de ahí, no
vaya a ser que un todor fonible te sorprenda por la espalda y tengas que irle a
pedir la escupidera a tu pobre vieja.
Por más
que la manyes lunga en la milonga rantifusa, por más que tropengues y frepajes
a troche y moche, no creo que te dé el cuero para ser lo que pretendés. ¿Sabés
cuántas como vos se hundieron en el fango námido de la arrogancia?
Por eso te
digo, atendé si sos piola: ningún íspide, por molidero que sea, por más careta
que se ponga, puede sumonir lo que no es. Yo comprendo que quieras salir del
conventillo, que quieras levantar vuelo, que intentes fragar tu vida; pero
pichona, primero hay que saber sufrir. Armate de paciencia y caminá por la
vida. No desesperes; todo llega.
Ah, me
olvidaba…
Si no
podés con tu genio y te salís con otra de las tuyas, acordate que las cosas
siempre vuelven. La vida te da rosas, pero también sopapos. Es fija. Cuando uno menos
lo espera, se tropieza con la piedra que ha arrojado y se queda con la ñata
clavada en el asfalto, afiscándose por haber sido tan gil.
MDF
supercalifragilistico. :)
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