miércoles, 3 de julio de 2013

Mirar gitanos desde el auto

La ecuación es simple. Una persona aplaude en la calle y todos escuchamos un aplauso.
Ahora, si esa misma persona aplaude y nosotros vamos en auto escapando del tufo y de Rosario con las ventanillas bajas por un verano, existe, hay grandes posibilidades que, en lugar de oír un aplauso, escuchemos un tiro. Y si son tiros a la salida de la ciudad, son esos gitanos de mierda.
Gitanos festejando alguna venta de camioneta heredada y alterada en su kilometraje. Algo digno de celebrar por gitanos que chupan y se cagan a tiros.
Gitanos pañuelo en la cabeza y no vayas a ojearle alguna cría porque en menos de una semana te ataca culebrilla a la piel y vas a dormir derecho al panteón.
Eso piensa la gente, que en auto, mira a los gitanos.
Los miran y ven talonarios de facturas truchas. Los ven jodidos y adivinadores. Ven mugrientas a sus mujeres, con esos tules por polleras y la oscuridad que sale de sus dientes cada vez que sonríen.
La gente en auto acelera y escapa de Rosario. Los padres señalan a sus hijos la vereda - el living de los gitanos - y les advierten. Que con ellos no se jode. Que con ellos hay que cuidar los anillos.

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