lunes, 22 de julio de 2013

“Nadie pesca una mentira”



Pedro quería ir con su padre de pesca el fin de semana pero este estaba tan ocupado mirando fútbol y deportes que no quería perderse por ningún motivo su actividad favorita: recostarse en su sillón y mirar la tele.
Todos los domingos transcurrían iguales: se levantaban e iban a misa en el pueblo, lugar ideal para socializar con los vecinos y tomar nota de quien estaba. También, Pedro podía ver a Vicky que con su cara de ángel lo miraba de reojo sin saber que le pasaba al verlo.
Terminada la misa, pasaban por el mercado y de ahí a preparar el almuerzo. Su madre y su hermana amasaban unas ricas pastas que coronaban con flan casero.
Aunque su madre le prometía que el algún día lograría que su padre se levantara de su sillón para ir de pesca, él sabía que eso no iba a pasar.
Así, empezó a hilar un plan para remediar esta situación.
Pensó en un concurso de pesca y puso su plan en marcha. Escribió a mano los volantes que luego empezó a empapelar en todos los arboles del pueblo; como premio se le ocurrió que todo lo recaudado por las inscripciones mas sus ahorros vayan a las manos del ganador; el cual sería el responsable de sacar el pez más grande y pesado del rio. Con el premio monetario pensó,  su padre tendría mas ganas de cambiar su suerte.
El verdulero era el encargado de recibir las inscripciones así nadie sospechaba de él; en los panfletos, comunico con mucho cuidado el origen de los ahorros,  dando a entender que eran parte de una fortuna para no perdérsela ya que el donante era un estanciero que había recibido una gran herencia; rápidamente todo el pueblo hablaba del tema y ya empezaban a pensar donde gastarían el premio.
Las almacenes empezaron a vender cañas, piolas, piolines y alguna que otra red.
Pedro, llevo a su casa folletos del concurso como al pasar, así analizaba la reacción de su familia y específicamente la de su padre.  La que primero reacciono fue su madre, como él pensaba. Ella era la encargada de todos los chismes del barrio y ese no se le podía escapar ya que todo el mundo hablaba de él y había una herencia en el medio.   Fue así, que por esa vía le llego el mensaje a los oídos, poco interesados, de su padre que escucho el concurso sin modular una palabra.
Dos semanas le llevo a Pedro cumplir su misión e ir a pescar con su padre, gracias a la gran mentira lograda.  La madre le preparo el almuerzo y al amanecer salieron los dos rumbo al río  La barcaza que usaban estaba cubierta de barro y suciedad;  las arañas y bichos ocupaban gran parte del armazón y tardaron en prepararla. Los remos no aparecieron por lo cual tuvieron que ingeniárselas con dos ramas secas.
Por fin salieron a pescar, era el día más feliz para Pedro. Su padre una persona de pocas palabras y compañero ideal para esa salida. Pronto divisaron otras barcazas que habían amanecido en el río y se sonrojo pensando en la mentira que había inventado, solo para salir con su padre de pesca.
Transcurrió la mañana sin noticia de peces y el mediodía también.  A la tardecita ya empezaron a preguntarse, si había vida en esas aguas; cuando de pronto la caña del padre se curvo y empezó a tirar. La destreza del hombre ya no era la misma y le costó trabajo mantenerse en la barcaza, empezó a tambalearse hasta que sucedió lo imprevisto, el pez o lo que fuere lo tiro al agua y lo arrastro varios metros hasta perderlo de vista. Pedrito no sabía qué hacer ya que no quería tirarse y correr su misma suerte, así que decidió pedir auxilio a los gritos.  Largas horas transcurrieron y su padre no aparecía; todos los hombres habían estado dando vueltas en el río buscándolo.  Pero el esfuerzo fue en vano, el pobre hombre nunca apareció.
La leyenda cuenta que una sirena lo sedujo al fondo del rió y ese hombre taciturno que se reclinaba en su sillón los domingos empezó a vivir una vida nueva.

Pedro que no podía creer lo que le había pasado, cambio completamente su rutina y el domingo siguiente hizo todo lo contrario: se sentó en el sillón de su padre a ver fútbol

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