Eran
los trece Niños los desaparecidos. El mundo estaba consternado.
En
Buenos Aires, se encendían titulares en todas las pantallas y los informativos
daban sus versiones:
Noti
BA: “URGENTE: siguen sin aparecer los Niños Sagrados. Autoridades advierten a
la población que no pierdan la calma”
Noticiero
NT: “Reiteramos: continúa la búsqueda de los niños Alfa –Tierra. Habrían desaparecido en el
centro de la ciudad durante la tormenta. Sigue el mal tiempo en Buenos Aires…”
Crónicas
del espacio: “Pibes estelares desaparecen durante su paso por Buenos Aires, en
el marco de su Gira Interplanetaria
anual …. Se esfuma la promesa de paz”
La primer reacción de los habitantes del Cono Sur
fue de pánico. Era un mal presagio y una responsabilidad que caía sobre toda la
región. Además, otra guerra era impensable; la desesperación se apoderó de la
gente.
Muchos
sospechaban un complot entre el Gobierno Sureño y el Emperador del planeta Alfa,
quienes, se creía, deseaban un enfrentamiento. Otros, lo atribuyeron a la inseguridad, cada
vez más preocupante. En todo caso, algo debía hacerse, y de inmediato.
Como
hacía tiempo que las personas no se levantaban de sus asientos más que algunas
horas por día, ya que la vida virtual había atrofiado sus cuerpos, no contaban con la fuerza para salir a
protestar, ni con la valentía, dado que gran parte de la población occidental padecía agorafobia.
En
cambio, comenzó una intensa actividad en las redes. Algunos también enviaban
sus opiniones mediante transmisión cerebral, práctica muy generalizada para
entonces:
—Ai
qcer algo
— kdna
d mails
— pong´ms
ntrs rbts pq ls bskn
— ai
qofrcr rcmpnsa
Se
entrecruzaban ideas, y los conceptos iban y venían. Hubo quienes aseguraban
haber visto a los Niños sagrados en sus sueños. Les habían contado que estaban
en un lugar mejor. Otros decían ser médiums y estar en contacto con ellos; querían
impartir sus enseñanzas, y pronto volverían. Los más escépticos temían lo peor.
Finalmente
el acuerdo: todos los Canobots privados saldrían a participar de la búsqueda. Estas
mascotas se manejaban por control remoto, y sus ojos eran cámaras a través de
las cuales los dueños se enteraban de lo que sucedía en el exterior.
Los
perros metálicos se mezclaron en las calles con los Robo Polis, y con las naves
y Unidades Cámara, que sobrevolaban la ciudad. Dos días pasaron sin resultados.
El
mundo empezó a mirar hacia el sur con preocupación. Las relaciones interplanetarias
pendían de un hilo, y los Niños Dorados, (también llamados así por la luz que
irradiaban sus cuerpos), eran el elemento clave del equilibrio.
No
se sabía de dónde habían llegado, y ellos nunca lo habían aclarado. Un día
simplemente aparecieron, y con su llegada renació la fe.
Pronto
surgió el mito: eran fruto de la unión entre los dioses terrestres y alfalfanos.
Y nadie lo discutió.
…………………………
Pusieron
a cargo de la investigación al comisario en jefe Julio César Silva.
Su
primer medida fue duplicar la cantidad de unidades de Robo Polis en circulación.
Estos
robots tenían ya unas décadas y estaban algo destartalados, pero habían sido programados por lo mejor de la PFI
C.S (Policía Federal Interplanetaria, Cono Sur), y así lo difundían con orgullo
las autoridades.
Por
todas las esquinas se los veía y escuchaba, diligentes en el cumplimiento del
deber:
- “Móvil
acceso oeste por un Natalia Natalia”
- “14
-14 en Rio de janeiro y Mitre – Movil H
-
Atento comando, atento comando, móvil 121 llama….
Se
comunicaban por radio al estilo clásico para dar más realismo, habían explicado
los diseñadores….
De a
decenas se hicieron redadas, cientos de prisioneros fueron tomados. A todos ellos se les escaneó la mente para
encontrar información, pero nadie sabía nada. La mayoría fue liberada y otros
pocos quedaron encerrados, pero por delitos contra la patria.
Las
autoridades Bonaerenses empezaban a alterarse. Se rumoreaba que en Alfa
sospechaban de una presunta responsabilidad dentro de la misma policía porteña.
Había que evitar represalias, y por sobre todas las cosas, impedir que los
alfalfanos iniciaran investigaciones.
Tras
varios días de búsqueda infructuosa, en el momento preciso en que el FBI, la NASA,
CIA, SIDE, y los cuerpos de Elite de ALFA, se preparaban para viajar a Buenos
Aires e iniciar su propia búsqueda, trece
cuerpos fueron encontrados en un edificio sin habitar del Conurbano.
El
héroe fue un Canobot, que filmó la escena del crimen, y ya estaba siendo
repetida en todas las cadenas. No había duda, los Elegidos habían sido
hallados. Hay tristeza y estupor.
Los
ciudadanos son testigos incrédulos del milagro: a pesar del poco tiempo
transcurrido, sólo quedan los esqueletos y son de oro puro. Están formados, mirando
en dirección Norte. Dicen que la ubicación no es casual. Dicen muchas cosas.
La
exigencia del pueblo es unánime e inmediata: —¡Queremos Justicia!.
Como
respuesta, habiendo pasado algunas horas apenas, en una demostración de
eficiencia impresionante, detienen a un sospechoso: un linyera que merodeaba el
edificio, con antecedentes por hurto. Las autoridades de la PFI, Silva a la
cabeza, lo anuncian con pompa:
— El
criminal, un malvado psicópata, ha confesado. Las pruebas quedan a disposición
de los altos mandos interplanetarios.
El
culpable había sido capturado, y se aplicaría todo el peso de la ley.
Quedaba
decidir ahora en qué parte del universo descansarían los restos de los Niños. El
último adiós tendría que ser inolvidable.
Tras
largas y acaloradas discusiones, Julio
César Silva tuvo una idea genial que resolvería el tema en el corto plazo, y que
de inmediato fue aceptada con entusiasmo por los representantes de todas las
naciones: Los huesos de oro serían
fundidos y darían vida a un monumento, a través del cual eternizarían a los
santos. Además tendría lugar una gran ceremonia, donde trece ataúdes serían
lanzados para orbitar por siempre en el espacio, que es el lugar desde donde
los pequeños habían llegado.
El
comisario se encargó de todo, incluso de elegir a la empresa que se haría cargo
de la obra. La escultura quedaría en Buenos Aires, y más adelante se decidiría
su eventual traslado.
Fue
multitudinaria la despedida en el cementerio de la ciudad. .
Algunos
gobernantes habían asistido en sus cabinas aéreas. Se los veía desparramados,
enormes, en el interior de los vehículos, fofos, informes, suspendidos en el
aire. Otros llegaban a pie, como un sacrificio en honor a las víctimas. Todos
dejaban sus ofrendas y oraban junto al monumento, todavía oculto bajo una suave
pana roja. Para descubrir la colosal estatua esperaban al comisario Silva. Pero
pasaban las horas y él no llegaba. Estará enfermo, pensaron algunos… a fin de
cuentas esto es su obra, su idea más genial, no podría perdérselo.
Ante
la inesperada ausencia, confieren el honor a un representante de cada planeta,
quienes al mismo tiempo tiran de la tela.
En medio del dolor de dos mundos y al son de notas musicales provenientes
del cielo y la tierra, descubren la figura de un ángel de mirada compasiva y
dulces alas. Sus destellos atraviesan las cámaras encegueciendo en su casa a los
espectadores.
Luego,
una procesión de guardianes planetarios (Robots de avanzada tecnología que
cuidaban las fronteras), coloca en la nave trece cajoncitos, con una flor
blanca en cada uno, simbolizando las almas puras e inocentes.
El
sol crepitaba desganado mientras nubes plomizas empezaban a opacar la tarde. Con
el cielo ya cubierto y los grillos cricrando, despegó la nave llevando los
féretros.
Al
finalizar la ceremonia, se retiraron lentos los Robots Cámaras, los guardianes
y los deudos. Los funcionarios, en sus cabinas, se alejaron en todas
direcciones.
Fue
aquella la noche más triste que recordarían los habitantes del Sur. Tras
apagarse las luces y monitores, tuvieron todos pensamientos de amor y salvación.
Afuera,
arreciaba la tormenta; la lluvia estremecía
las superficies pulidas de los edificios, y ahí donde se guardan los
muertos, bajo un velo de cenizas y de
agua, un ángel de latón se despintaba y gotas gruesas de pintura teñían la tierra de dorado.
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