La Máquina1
Hoy no voy a decir nada nuevo acerca de la máquina. Mi intención es,
humildemente, hacer una descripción provisoria de ella. Tratar de compendiar algunas
de las cosas que se han dicho para que, puestas una al lado de la otra, podamos
tener una mirada de conjunto.
Describir a la máquina –aunque ese es uno de sus tantos nombres, como
ya veremos, llamémosla así para simplificar– es una tarea ardua. Nadie la ha
visto nunca, pero todos la conocen. Es única e irrepetible, pero está en todos
lados. Se ha dicho que está en el Himalaya, en Afganistán, debajo de los
subterráneos de China, en un taller clandestino del Once, en un sitio que sólo
el Pentágono sabe, en un sótano sucio de Egipto…
Empecemos, entonces, por lo que sabemos. La máquina es más bien
rectangular. Tiene dos lados de metal de color naranja. De alto no mide más de
un metro. A lo ancho medirá aproximadamente unos sesenta centímetros. En la
parte de arriba tiene una cinta transportadora. Su mecanismo es simple. Es un
juego de tres poleas que suben y bajan y que pueden adquirir diversas
velocidades. Estas poleas no están a la vista. Para ver su funcionamiento hace
falta sacarle las tapas de los costados y los únicos capaces de hacer eso son
los que tienen la llave, los del servicio técnico. Su motor funciona a base
de grasa animal.
Nadie sabe a ciencia cierta qué produce la máquina. Se han dicho
tantas cosas que pareciera difícil afirmar algo sobre el tema. Se ha dicho que
la máquina produce oro, agua, maniquíes, miedo, tablas de surf, salchichas,
otras máquinas, poesía. El catálogo sería infinito, por lo que me gustaría
rescatar las tres hipótesis que considero más serias al respecto.
La primera es la que aparece en el libro La máquina significante2, según la cual el teórico
lacaniano Alain Verdiau afirma que la máquina “no produce otra cosa que sí
misma”. Y luego remata: “la máquina es apenas una metáfora”. En segundo lugar,
me gustaría mencionar la peculiar hipótesis del sociólogo alemán Johan Schwarzkopf2 sobre la
producción de la máquina, que ha causado mucho revuelo en su momento y que con
igual énfasis pasó al olvido. Según su tesis, desarrollada en un maravilloso
ensayo de más de 500 páginas –que hoy se puede encontrar en las mesas de saldo–,
sostiene que la máquina existe –esto es luego retomado y refutado, sin siquiera
citarlo, por Verdiau–, pero “no produce absolutamente nada”.
La tercera versión, la más popular, es que produce unas pequeñas
chapitas de metal, redondas, de medio centímetro de diámetro, de un espesor de
no más de un milímetro o dos, lisas, que pasan luego a una segunda máquina en
donde son procesadas para formar parte de otro elemento un poco más grande, el
cual a su vez pasa luego a una tercera máquina y después a una cuarta y a una
quinta.
Esta versión, que es la que aparentemente más se ha acercado a la
verdad, es, como las demás, incomprobable, ya que los operarios de la máquina uno
no tienen ningún tipo de contacto con los operarios de la máquina dos, así como
los operarios de la máquina uno tampoco saben de dónde proviene la materia que
ellos procesan. Dado que todo lo producido llega y sale directamente por un
tubo de aluminio –en esto todos los testimonios recopilados coinciden–,
imposibilitando al operador saber a dónde se dirige y de dónde viene lo
procesado. Los que sostienen esta hipótesis de la cadena de producción dicen,
atinadamente, que todos los individuos del mundo tienen por lo menos un objeto proveniente
de la máquina.
Por último, me gustaría referirme al régimen de trabajo de los operarios.
El régimen de trabajo es tortuoso, aunque simple. La tarea consiste en velar
por que la máquina no se detenga nunca. Si bien hay una perilla que dice on -perilla hacia arriba- y off -perilla hacia abajo- (único elemento a simple vista sobre el
cual el operario opera), siempre está puesta en on y nadie la vio jamás puesta en off. En cuatro turnos de 6 horas cada uno, el operario no puede
levantarse de su asiento. Una de las demandas históricas del gremio ha sido la
de poder ir al baño, aunque el SUOMA (Sindicato Único de Operarios de la
Máquina y Afines –sindicato creado “por las dudas” por la OIT y que además está
en el Libro de los Guinness por ser el sindicato con menor número de afiliados
de la historia, con cero afiliados–) nunca ha hecho los esfuerzos suficientes para
ello. Ni siquiera han podido hacer huelgas, ya que habría que detener la
máquina y nadie sabe qué consecuencias acarrearía ello. En caso de que la
máquina se detuviera –Dios no lo permita–, el operario debe llamar
inmediatamente al servicio técnico y salir del lugar en no más de siete segundos.
Pero en todos estos años nunca ha hecho falta.
Cada operario tiene su respectivo suplente. Si uno falta por X razón
debe reemplazarlo el suplente, que estará siempre listo. El contrato de los
operarios tiene una duración de un año y es renovado por decisión de la
empresa. El operario que más duró en el puesto estuvo 52 años, 7 meses, 23
días, 5 horas y 34 minutos al mando de la máquina y pasó por los cuatro turnos, hasta que lo
encontraron durmiendo sobre la máquina y fue inmediatamente despedido y
reemplazado por su suplente4.
Hay quien dice que la máquina ha tenido un nombre por cada operario
que la ha manejado, todos secretos. De ahí que llamarla “la máquina” –licencia
que me permití al principio de este trabajo– sea, aunque involuntariamente, un capricho.
La máquina tiene, en realidad, tantos nombres como operarios.
Como datos de color -para las señoras de la sala- podría decir que se comenta
–extraoficialmente– que algún que otro operario se ha enamorado de la máquina, y hasta se
habla –siempre extraoficialmente– de operarios que fueron encontrados en situaciones "comprometidas" con ella.
En la actualidad se puede hablar de un boom de la máquina. Hace no
muchos años ha nacido en algunas zonas del sur de Brasil, posiblemente
proveniente de países nórdicos, una secta que rinde culto a la máquina. Y hace pocas
semanas, como todos ya saben5, le han llegado propuestas al papado para
erigirla en santa.
_________________________________________________
(1) El siguiente texto
fue presentado en el “IV Congreso Internacional de Objetos Curiosos” llevado a
cabo los días 7, 8 y 9 de agosto y 21 y 22 de noviembre de 2012 en la Facultad
de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires y
rechazado por el comité organizador “por no cumplir con las condiciones
estipuladas”. El texto que aquí se publica por primera vez es la versión
completa de aquella ponencia.
(2) Verdiau, Alain, La
máquina significante (Trad.: Lucas G. Antona), Paidós, Barcelona, 2007.
(3) Schwarzkopf, Johan,
Enciclopedia Universal de las Máquinas (Trad. Roberto Nazo), Nueva Visión,
Buenos Aires, 1999.
(4) Ver: Ámbito
Finaciero del 5/4/1985.
(5) Ver: Clarín,
Página/12, Ámbito Financiero, Crónica, todos del 31/7/2012.