viernes, 4 de julio de 2014

LA DOÑA


Zunilda ya extraña su tarde de domingo. Su paseo con Carmen por el Retiro y la Plaza de las Cibeles.  
Limpia las bandejas de plata. Elige hacer esa tarea cuando todos están afuera.  Se sienta en el comedor diario y prende la tele.  
Empieza La Doña. Suena la canción de la apertura. Zuni ya se emociona. No es Freddie Mercury el que canta. Es la versión en castellano de la paraguaya Myriam Veláquez, que le permite entender lo que dice. Se concentra y repite  “… Tanto amor te va a matar”. Lo hace  en el tono más agudo al que llega mientras pasa el trapo con fuerza. Mira la imagen de su rostro que le devuelve el brillo de la bandeja. El efecto la favorece. Se toca el pelo, se saca el broche y  sacude la cabeza.  
Mira el celular. Calcula que tiene tres cuartos de hora para poder disfrutar de su telenovela favorita, terminar de lustrar la plata y planchar las camisas del señor Manuel. En especial la camisa blanca que va a usar en su fiesta de cumpleaños. Después tendrá que pedirle a su amiga Carmen que le cuente los últimos quince minutos mientras viajan en el metro.  En ese mismo metro del cual la protagonista de la telenovela ahora sale a la calle.
Quizás tiene suerte y se atrasan en volver a la casa. Pero no se ilusiona. Se saca los guantes, se lava sus manos  y busca la tabla de planchar mientras su heroína viaja desde Madrid a Asunción para decirle la verdad a su hija. Para explicarle que ella es su madre. Zuni mira esa escena con ganas, Ya casi se olvidó como era su barrio. Hace mucho que no vuelve a Encarnación y ésto le trae recuerdos. Sus lugares ahora son el Barrio La Latina donde alquila una pieza y el  Salamanca donde trabaja. Extraña a su hija. Falta poco para que cumpla quince años y cada sueldo que cobra, Zuni se lo gira a su madre para los fondos de esa fiesta que tanto imagina. 
Ya armó la tabla. Enchufa la plancha y recuerda lo mucho que su patrona le critica el planchado de las prendas. Clava la mirada en la mala de la telenovela. Anahí trata de alejar a la protagonista de su hija por la que tanto sacrificio hizo trabajando como doméstica en Madrid. Zuni apoya la plancha con fuerza sobre el cuello de la camisa y suspira. Aprieta sus dientes. Su frente se brota con gotas de sudor.  Es agosto y el calor de la plancha sube su temperatura y su bronca. También recuerda que la señora le dijo que este año no pensara en hacer esos viajes repentinos a Paraguay. Termina la primer camisa y busca otra.
La actriz, Francisca, ahora es seducida por un hombre un tanto más joven. A Zuni se le aflojan los labios, deja la plancha parada y con su brazo derecho apoyado en el izquierdo, desliza su dedo anular por sus labios. Respira más tranquila, y los brotes de sudor se rompen y se deslizan por los costados de su cara. También extraña el coqueteo y se acuerda que Carmen le viene insistiendo para  ir a bailar al Gran Caimán. La verdad es que no quiere gastar y especula con que la inviten y le paguen la entrada. Está sola ahí, sin siquiera poder hablar por teléfono. No lo hace porque en el último sueldo le descontaron cincuenta Euros de llamadas internacionales.
Va buscando perchas y cuelga las camisas ya planchadas. Toma la blanca y la apoya en la tabla. Empieza como siempre por las mangas, mientras en la pantalla Anahí le habla a la hija de Francisca y la va poniendo en contra de su madre. Las mangas blancas cuelgan de la mesa y la plancha queda apoyada en la parte baja de la camisa. Zuni abre su boca bien grande, y de a poco su labio superior se va torciendo. Se acerca al aparato como queriendo intervenir en la escena y maldice con ganas:
- ¡Añara Cope guare, Anahí!. Vuelve a la tabla de planchar y se encuentra con la consecuencia de su distracción. Levanta rápido la plancha pero ya es tarde. Se quemó desde el último botón hacia abajo y en el medio de los dibujos de la tela de la tabla, un agujero.
Se acerca la hora. Zuni oculta la camisa blanca detrás de las otras dos perchas y se prepara para cuando llegue la señora Se saca sus ojotas y se calza las zapatillas. Vuelve a ponerse el broche en el pelo. Prepara su tarjeta de metro.
Escucha el ruido de las llaves. El señor Manuel y la señora Concepción entran y se acercan al comedor diario. Saludan a Zuni. Le dicen unas pocas palabras y se despiden.
            Zuni camina dos cuadras hasta encontrarse con su amiga, que llega unos minutos más tarde. Ella tiene la información que Zuni espera. El último tramo del capítulo. Camina con Carmen hacia la estación. Suben al metro y empieza el relato. Cuando Carmen termina, Zuni le cuenta lo que le pasó con la camisa. Lo hace en guaraní.
            Al día siguiente, Zuni toca el timbre y le abre la señora Concepción. Ve que su rostro está rígido y todavía no distingue si es por el enojo de la quemadura o por las inyecciones de botox que le aplica su amiga dermatóloga. La duda se le aclara pronto.
-              Zunilda, te lo he dicho en varias oportunidades. No te distraigas cuando planchas. Seguramente habrás estado mirando el televisor mientras lo hacías. La camisa era marca Hackett. Me ha costado una fortuna y tú la has quemado por mirar a esa Doña que tiene distraídas a todas las empleadas del Barrio ..
-              Disculpe señora … es que me llamaron de Paraguay .. un tema urgente.
-              Bueno, pues si es un llamado, debes apagar la plancha mientras hablas… Empieza a trabajar. Hoy necesito que limpies la sala principal y que hiervas unas patatas para hacer un puré. Al mediodía almorzaremos aquí con Manuel.
. Sí señora, dice Zunilda, mientras camina rápido para empezar su trabajo. … Como si ella nunca se distrajera … piensa por dentro. Se la pasa encontrándole todo lo que pierde la señora y ahora le reprocha esta distracción. Hubiese querido tener el valor de discutirle. De decirle que la quemadura estaba tan abajo que le iba a quedar tapada por el pantalón, que no era tan grave, que está cansada que la trate mal. Pero la reacción rápida no es lo suyo.
Se pone sus ojotas y se lleva el plumero, los trapos y los productos de limpieza a la sala.  Limpia con esmero, no por cumplir sino por utilizar la fuerza que le permite desagotar su ira. Friega todo lo que puede. Los portarretratos de plata y los cristales de las copas dentro del mueble brillan. Se quita los guantes, se lava las manos y empieza a pelar las papas. Mientras lo hace advierte que la señora dejó el set de su amiga dermatóloga en la mesada de la cocina.
-        Distraída yo … , dice bajito Zuni.
 Abre la caja del set y ve unas inyecciones y unos frascos etiquetados ..”toxina botulínica – no ingerir – en caso de hacerlo llamar a emergencias ..” 
Las papas hirvieron y Zuni empieza a preparar el puré. Odia trabajar en esta casa, odia a Anahí, odia Madrid, en especial el Barrio de Salamanca y mucho más a la señora Concepción y a su marido Manuel que se creen tan superiores y perfectos.
Mira de nuevo el frasco de toxina botulínica y pisa las papas más despacio. Abre el frasco y con los dientes bien apretados lo vuelca en el puré. Vierte un poco de leche y sigue mezclando. Cierra el frasco y lo vuelve a poner en su caja. Prepara el cerdo como sabe que lo comen sus patrones.
Llega la hora y Zuni sirve el almuerzo. Le dice a la señora que surgió un imprevisto, que la llamaron de Paraguay. Que tiene que viajar urgente. Que algo pasó con su hija. Que tiene que irse.
-       En cuanto pueda le aviso cuando vuelvo, señora

-              Que no sean muchos días Zunilda. Sólo porque ha tenido un problema tu hija. Espero tu llamado.             

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