miércoles, 4 de diciembre de 2013

SEGUNDAS VUELTAS


Era muy tarde para seguir discutiendo.

Le dije a Fede que sí  iríamos al cumpleaños de su amigo Gabriel –para nosotros “Bomba”.

Bomba se había separado hacía tres años y hacía uno convivía con una chica quince años menor que le había conseguido un buen trabajo en la empresa de su padre. Ahora no era más Bomba. Era Gaby.

A mí, no me salía decirle Gaby. Por lo que cuando incurría en “Bomba” mi marido me echaba una mirada fulminante o me pateaba por debajo de la mesa.

 En realidad los kilos que lo hacían Bomba habían desaparecido. Había bajado bastante de peso y su ascenso socio económico le había impuesto un estilo más refinado.

- Es muy lejos, y cada vez que entramos a ese country nos revisan como si estuviésemos pasando migraciones en el aeropuerto de Heathrow.

- Dale Mechi .. No podemos dejar de ir al cumple.-

- Bueno, está bien, vayamos, pero por favor volvamos temprano.

Volver temprano era evitar que el sacrificio fuese muy largo. No era sólo Bomba, o Gaby quien estaba en segundas vueltas en lo que respecta a parejas. Había tres más que tenían novias posteriores a sus divorcios y, obviamente, estas segundas eran más jóvenes.

Dos de ellas habían sido madres hacía poquito, lo que implicaba tener que soportar esas aburridísimas charlas acerca de cómo acostar al bebé, si boca arriba, abajo o de costado, o de qué marca de pañal aguanta más.

Para mí las discusiones de hasta cuándo dar de mamar y cómo intentar que el bebé durmiera más horas eran parte de un pasado. Además ya había descubierto, después de mi tercer maternidad, que eso de intentar convencer a los demás de cuál era la posta era inútil, ninguna verdad es absoluta y cada madre hace lo que puede.

Lo peor de todo era estar frente a personas con un pasado que ahora estaba obligada a borrar de mi mente.

¿Los chicos salen Fede?

-          Si si. A los varones ya les di plata y Lucía se va a dormir a lo de su amiga Paula.

Llegamos al barrio cerrado y en la barrera de entrada, como siempre, el control de documentos. No podía poner mi peor cara porque una cámara filmaba o no sé si me sacaba una foto.

Pasamos unas cuantas cuadras aunque la similitud de las casas nos daba la impresión de haber pasado una sola. Quizás era eso lo que no me permitía acordarme el camino. Todo igual. Ahí no había kiosco con cartel de referencia, ni chapas municipales.

-          No Mechi, no es la falta de referencia lo que te hace perderte acá. No venís con ganas. Tenés una negación con este lugar-, me replicaba Fede.

Llegamos a la casa y ni bien nos bajamos del auto, se sentía el olor de la parrilla.

Sí, aunque difícil de creer Gaby era un buen parrillero, no como Bomba que con su primer mujer, si invitaban a la casa era pidiendo pizza de delivery.

-                Tengo que reconocer Fede que las mujeres jóvenes producen cambios importantes. Si llegás a tener planes, avísame con tiempo.

-                Hablá bajito … ¿Qué te avise .. qué?

-                Que si tenés otra o pensás hacer la de tus amigos, avísame … me quiero ir preparando..

-                Pará .. pará … no te enganches … y te dije que hablaras bajito que te escucha todo el mundo.

-          ¿Escuchar? No se escucha un carajo .. Nadie escucha .. Fijate que ahora Gaby escucha música en volumen alto.

-          Ponele onda Mechi … por favor

-          Ah … mirá. Ahí llega Huevo, con su amiga.

-          Su mujer, Mechi .. Acordate que fueron padres, .. ves, ahí vienen con el cochecito.

-          Hola Ricky, Sandy.. ¿todo bien?

A Ricky lo había abandonado la primer mujer y había estado deprimido un año entero, por lo que una vez que inició la relación con esta Sandy, todos la miraban como una salvadora.-

-          Ja!, Sandy. No entiendo por qué si Sandra es bisílabo, tenemos que decirle Sandy.

. ¡Terminala, por favor! ¿Te chupaste un limón antes de venir? Para eso hubiese venido solo. Cuando voy a las reuniones de esa amiga tuya con la que estudiaste en la facultad, no me pongo a detectar los defectos de su marido, y de todos sus invitados. Estos son mis amigos, te gusten o no.

Entendí el mensaje. Iba a tener que divertirme de alguna manera, o quizás encontrar un buen sillón donde dormirme. Tenía una leve esperanza, que llegara Belén.. o Silvina. Con ellas sí podía charlar en el mismo idioma y así poder pasar la noche.

Ni bien siguieron llegando los invitados  me tuve que morder la boca para no seguir con mis observaciones.

Entraron casi juntas dos parejas: Gustavo y Mara agarraditos de la mano, y Quelo y Adriana. Yo siempre seguía los movimientos de Mara y Quelo porque presentía que había algo entre ellos. No me gustaba como se miraban ni el contacto físico que tenían, pero Fede decía que yo era una mal pensada, .. que mi cabeza se pasaba de revoluciones y no sé cuántas cosas más.

Entramos directo por el fondo, de donde venía el olor de la parrilla.

-          ¡Hola .. Gaby!, ¡Feliz cumple! Fede me echó una mirada de alivio al escuchar el nombre correcto.

-          ¿Trajeron algún abrigo, no? Vamos a comer en el quincho. Somos muchos.

-          Si sí, nos imaginamos. ¡Feliz cumple capo!

Ni bien entré divisé el otro cochecito. Y me empezó a doler la cabeza de sólo pensar en tener que entablar conversación. Saludé a la mamá y empecé a jugarle al bebé. De toda la gente que estaba invitada el bebé era con el que más conexión tendría.

Enseguida después llegó Pablo, pero sin Belén.

-          No, vine solo. A Belén le dolía la cabeza.

La del dolor de cabeza yo ya lo había usado unas cuantas veces. Ésta me tocaba ir.

Me comí un sándwich de lomo mientras revisaba las plantas del jardín. El cielo lleno de estrellas y ese olor a pasto que tanto siempre me gustó alejaban las voces de la reunión  y me ayudaban a encontrar un lugar de autismo en el que me sentía a gusto.

En la barra de tragos que habían puesto afuera para después de los postres, un chico joven acomodaba fruta y alineaba los vasos. Yo lo convencí al barman de adelantar sus preparativos y me hizo un rico daikiri de frutilla.

Los mosquitos interrumpieron mi idilio de soledad y decidí llevarme el daikiri adentro. Busqué el saquito que había dejado adentro de la casa, en el cuarto de Gaby y me encontré que ahí habían quedado los bebés durmiendo con esos aparatos llamados baby-call que las madres modernas usan.

Amagué con salir nuevamente a la reunión pero me volví hacia las caritas angelicales de esos bebés. De repente se asomó Silvina por la puerta del cuarto. Otra sobreviviente de las primeras vueltas que no había podido usar el dolor de cabeza como excusa.

-                     ¡Vení Sil! ¡Mirá estos bebés! Me caen mucho más simpáticos que sus madres. Estas minas pretenden describirnos a sus maridos que ya conocemos desde los dieciocho años. Lo terrible es que lo que ellas describen es seguramente un marido que les va a durar un año. ¡Después van a tener que lidiar con esos  hombres que tanto conocemos!

No, no pensaba salir. No estaba dispuesta a poner cara de contame. Hacía rato que poner caras no era mi fuerte. Además estaba bastante mareada. Me había tomado el daikiri de una y mi capacidad alcohólica nunca había sido muy buena.

Nos pusimos a charlar con Silvina. Al principio me quedé sentada en la cama matrimonial, pero mientras Silvina me contaba su viernes laboral, me invadió esa cosa de husmear la vida ajena.

-Mirá Sil , mirá esta foto ¿la pose de ella? ¡No se puede creer!.

Al lado de uno de los portarretratos, una cajita rectangular de cerámica. La abrí, mientras Silvina me miraba asombrada. Me encontré con unos porros y un encendedor. Me agarré uno, lo prendí y le dije a Silvina que me iba al baño-

- ¡Mechi! ¿Qué hacés?

- ¡Aguantame! Es la única manera de bancarme este cumpleaños.

Ni bien cerré la puerta del baño, sentí los golpes en la puerta.

- Pasá Silvi, pero no me jodas eh que no pienso abandonar mi plan.

-Esperá, ¿sabés a quienes vi juntos a los arrumacos en el escritorio acá al lado? No vas a adivinar. ¡No son justamente marido y mujer!

-¡A que sí adivino!. ¿Mara y Quelo?.

-Me estás jodiendo..¿Cómo sabías?

- Bueno .. a ver … lo venía presintiendo, aunque mi querido marido siempre me tildó de mal pensada … ¡Qué mierda de gente! Fumá un poco. A vos también te va a hacer bien.

Empezamos a fumar y no parábamos de reirnos por cualquier cosa, hasta la más trágica. Salimos del baño y fuimos a dejar el encendedor en su lugar.-

De repente apareció Fede.

-          ¿Qué hacen acá? ¡Vengan y socialicen un poco che!.

Jamás se había imaginado que era lo peor que podía hacer.

No me acuerdo cómo, me paré en el medio de la gente y empecé a intentar ser el centro de atención de la reunión. Silvina se quedó al lado mío y cada tanto acotaba frases sueltas y estallaba de risa.

No recuerdo con exactitud pero empecé contando las anécdotas más desastrosas de Bomba –no  Gaby- que alguien pudiese contar.

-                     ¿Te acordás Bomba, cuando te hiciste echar en tu primer trabajo? Lo habías planeado todo .. buenísimo!- Silvina me daba palmadas, asentía y se reía.

-          Callate Mechi, está el suegro acá y ahora es su jefe , me decía Fede al oido.

-                     No, mortal.. ¿y cuando salías con dos minas a la vez y todos nos teníamos que hacer los boludos? ¿Te acordás de eso? Mirá que con la panza que tenías levantarte dos minas a la vez … increíble. ¡Siempre fuiste un genio!.

-          ¡ Super Bomba!, acotaba Silvina.

Fede se acercaba y me decía más cosas al oído y yo lo callaba y seguía hablando. La gente se quedó toda en silencio y me miraba raro.

Silvina empezó diciendo: Y no saben a quienes vi hace un rato ….

Creo que la marihuana me había dejado cierta lucidez para intentar callarla en ese comienzo. Le di un codazo y logré que interrumpiera su relato.

No se quién pero alguien tomó la decisión correcta. El sonido de la música subió al punto que lo que decíamos ya nadie lo escuchaba. Fede me empezó a empujar hacia la salida  y me metió en el auto. A Silvina, su marido la llevó hacia el fondo del jardín.

Finalmente, como yo quería, volvimos temprano.

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